25N: Cuando la memoria duele y la lucha pesa

Hoy es un día agrio, un día en el que la reivindicación pesa para las que las proclamas feministas del 25N no son un mero ejercicio discursivo, sino palabras que calan en lo más hondo de sus historias de vida, no hay motivo de celebración. Muchas de las que han vivido de cerca la violencia sostienen una profunda incomodidad ante los mensajes que revisitan recuerdos dolorosos. Porque “hoy no estamos todas, faltan las asesinadas” suena diferente si la asesinada era tu prima, tu amiga o tu hermana. Porque la violencia vicaria cobra otra dimensión cuando son tus hijos. Una dimensión que solo pueden comprender las que conocen la intimidad del horror. 

Hay quienes, incluso después de haber salido, no pueden ver los vídeos de sensibilización contra la violencia machista que hoy inundarán todas las televisiones, porque cuando apelan calan diferente. Conozco bien ese lugar. Incluso yo, con una ferviente convicción feminista, sigo encontrando mensajes que me provocan sudores fríos, vídeos que no puedo ver, cajones que no deseo abrir, evitando revisitar esos lugares a los que me acerca el 25N. 

Hoy, sin embargo, debemos recordar, sobre todo, a las que aún están dentro del círculo de la violencia. A esas mujeres que, tantas veces, se ven empujadas a hacer un pacto consigo mismas: no moverse para no escuchar sus propias cadenas, como una estrategia de supervivencia en una vida dictada por las opresiones machistas. Aquellas que intentan no mirar, no escuchar esas proclamas que el 25N y el 8M traen consigo y que, aunque necesarias, remueven dolorosamente las entrañas, especialmente a quienes no pueden o no saben aún cómo salir. 

Hoy pienso en ellas, porque también son nuestras. En aquellas que aún conviven con la violencia. Invito a que las acompañemos sin presión, sin juzgarlas por no querer mirar, sin culpabilizarlas por no poder moverse. A estar, simplemente estar, porque el “todas la hemos avisado, pero no podemos hacer nada más” aísla. No aisles, acompaña. Cuida desde el profundo respeto.

Nos recuerdo que si la situación la pone en peligro, actuemos, porque ante la violencia de género las compañeras también podemos denunciar y avisar a las autoridades. Y si no es posible, nos invito a que estemos vigilantes, porque, si llega el día en que su intuición o la desgarradora violencia las obliga a salir, van a necesitar nuestra mano, la de la amiga, la hija, la madre, la vecina. Van a necesitar red.

De momento, hoy mis proclamas van, sobre todo, para ellos. Para incomodarlos al menos una fracción de lo que ellas deben soportar, para que la vergüenza cambie de bando. Porque, compañera, la culpable no es tu amiga que no puede salir. Hoy, que tus proclamas se dirijan hacia quien la mantiene atrapada en humillaciones y violencia. Que no puedan ignorarlo, que no encuentren refugio donde esconderse de la vergüenza de su machismo.

 

Marlene García Cambra