Las mujeres necesitamos espacios de encuentro en los que compartir, vernos y sostenernos colectivamente. Espacios donde descansar, donde construir la práctica feminista desde lo cotidiano, permitiéndonos cuidarnos desde lo común. Nuestras madres y abuelas ya lo hacían desde el comadreo, un concepto que une a mujeres ibéricas, latinas y afrodescendientes, y que habla de los espacios compartidos, de esos que emergieron en las plazas, en los patios o en las mesas de camilla, y que ahora llevamios a nuestras ciudades, pueblos y barrios.